Todos hablan del futbolista argentino que alcanzó el cielo en Catar 2022.
Pero a mi lo que más me emociona es el lado ordinario de Lionel.
Seguro piensas que me volví loco al decir que el 10 argentino es ordinario, pero si me dejas contarte igual y seremos dos locos.
Cuando se encontró con la copa y la besó, todos vimos la cara de un niño que en una navidad ansiosa abre finalmente su regalo. Solo que en esta ocasión, él mismo fue Santa Claus. No hubo nada de misterio, solo una deuda saldada entre él y la historia.
Le pusieron una túnica horrible y no dijo nada. No se puso a pensar que 100 años después, todos los niños del mundo verán la foto de una pulga argentina vestida de negro mientras levantaba la copa del mundo después la final más emocionante de todos los tiempos.
La verán y no entenderán.
Pero eso a Messi le importa un pepino.
A la hora de la foto histórica en lugar de situarse en el centro, se fue a poner en un lugar cualquiera, porque cuando todos quieren ser la estrella de la foto, a Messi le da igual ponerse donde sea. Lo único que le importa es que todos estén la misma fiesta como niños.
Se cansó de regatear y crear oportunidades de gol. Si sus compañeros fueran un poco más efectivos, hubieran terminado con 67 goles en 7 partidos.
Hizo futbol donde no había tiempo ni espacio.
Dicen que no es líder porque no grita ni se pelea. Pero es que así somos los ordinarios. Y los chaparros.
Líder de goles y de asistencias, porque le da lo mismo que el gol vaya a su cuenta o a la de sus amigos con tal que el marcador esté a su favor.
Messi no es un héroe de personalidad extrema.
Es más introvertido que el más nerd de mi salón en la carrera de ingeniería en sistemas.
Es más mandilón que todos mis amigos que se casaron en sus 20s.
No hace declaraciones que se convierten en frases históricas de motivación.
Cuando lo sacaron de sus casillas lo único que pudo decir a manera de insulto fue un “mirá pa’llá bobo”.
Messi es sencillo, inocente y hasta ingenuo.
A veces se le olvida calcular los riesgos y las complicaciones de llevar el balón a la portería del rival.
Lo observa todo porque los ordinarios preferimos mirar y no quedar mal, a hablar como locos y quedar siempre como estúpidos.
Algunas cosas le salen al revés.
Se esfuerza en no ser famoso pero es el más famoso de todos.
Una de las fotos que subió a Instagram es la más gustada de todas, pero él sigue subiendo fotos con la copa del mundo en su cama, con su familia y con su perro.
Camina en la cancha porque sabe que está jugando futbol y no maratón.
Messi es más ordinario de lo que imaginamos.
Ir en contra de Messi no solo es ir en contra del futbol, sino de todos nosotros que somos gente ordinaria.
De todos los que solo tenemos una mujer y queremos el bienestar de nuestros amigos.
De los que sabemos que es mejor que en la foto estén todos como una familia a brillar solos como una estrella engreída.
Messi es o era un pibe ordinario que se dedicó a hacer una sola cosa en la vida y se olvidó de estar perdiendo el tiempo en pendejadas como escándalos, excesos y todo lo que trae la farándula.
Ir en contra de Messi no solo es ilógico, sino que es ir en contra de todos nosotros que somos gente ordinaria.
Gente que está trabajando en una sola cosa para lograr acaso, algo extraordinario.
Y que todos, que todos nuestros amigos estén en la foto.